En el año 2003 la institución estaba dotada con laboratorios y salas de cómputo e integrada por cerca de 2.600 alumnos. Por la época en que se celebraron los cien años de existencia de la escuela José Acevedo y Gómez fui llamado por Jaime Alberto Sierra, el rector, quien me dijo que ya que contábamos con buenas salas de cómputo podríamos hacer un proyecto de informática que vinculara a los padres y que a su vez estuviera incluido en el PEI. Yo era profesor de matemáticas e informática en la nocturna, por eso, y porque tal vez pensó que yo tendría disposición para hacerlo, creo que Jaime me pidió que liderara el proyecto.
Con esa propuesta de Jaime me fui para mi casa, me senté frente a mi computador y empecé a formular el proyecto “Informática para padres de familia”. Sabía que los conocimientos de los padres en torno al tema era muy poco pues encuestas y trabajos que ya habíamos hecho con ellos reflejaban esa situación. Además, en el sector había padres con un nivel bajo de escolaridad e incluso algunos con problemas de lectura y escritura.
Por esa razón, cuando me senté a formular el proyecto, pensé que lo más indicado era ofrecerles a los padres herramientas informáticas que les permitieran mejorar sus condiciones de aprendizaje, formación personal y profesional, y que les sirvieran de ayuda para el empleo y mejoramiento de sus actividades cotidianas. Después de formulado el proyecto, en febrero de 2004, anunciamos en las reuniones de padres familia, a los estudiantes y en las misas dominicales de la parroquia San Gabriel de la Dolorosa, que el colegió abriría sus puertas para que los padres aprendieran herramientas de informática.
En los días siguientes doscientos diez padres llegaron hasta el colegio para inscribirse. La primera cita fue a mediados de febrero. Muchos padres demostraban su entusiasmo y otros no ocultaban su temor por coger esos aparatos. De otra parte, vinculamos a los estudiantes de los grados decimo y undécimo para que hicieran sus prácticas sociales enseñándoles a los padres informática. En varias ocasiones padre e hijo coincidían en el aula y los estudiantes se sentían intimidados por ser a la vez profesores de sus propios padres.
Los asistentes tenían un computador para cada uno, pues abrimos las puertas de seis salas para ellos, cada una de éstas con veintiún computadores. Además fueron distribuidos en grupos semanales que iban de seis a nueve de la noche; otros asistían el día sábado.
La idea en un principio era beneficiar a los padres de familia de nuestros alumnos, pero luego vimos la necesidad de abrirlo a toda la comunidad. Personas mayores de edad, que por alguna razón no habían tenido la oportunidad de prepararse en este campo del saber tecnológico. Lo único que pedíamos ─y aún pedimos─, eran ganas de aprovechar la oportunidad que el colegio les ofrecía al poner a disposición la planta física, una buena dotación y el recurso humano.
Muchos de los padres que se han interesado en aprender sobres las Nuevas Tecnologías de la Información son operarios de empresas del sector; otros tienen sus propios negocios y buscan en la informática herramientas para mejorarlo; asisten amas de casa que saben que tienen que sacar tiempo para ellas y no estar solamente cocinándole a sus hijos y esposos; y también acuden personas pensionadas o de edades avanzadas que encuentran en los sistemas una actividad para distraerse y a la vez aprender algo productivo.